Hombre de cierta edad, cabello medio canoso, alto y de caminar bien erguido, con el pucho en los labios, añorando siempre "su" calle Corrientes angosta, donde en el viejo Marzzotto pasaba horas con un cafecito y siempre el pucho entre los labios escuchando ejecutar tangos. Gastó enorme cantidad de medias suelas y tacos, en cuanto bailongo había, ya que su juventud transcurrió de los años 40 al 50, época de oro del tango. Conocedor del corte, de la quebrada, del ocho, y hasta de la sentada (expansiones sólo permitidas en ciertos ámbitos no tan santos). Ahora, ya retirado, sigue pateando las calles de Bs. As. tarareando algunos versos como: "Dónde estará mi arrabal, malevos que ya no son, veredas que yo pisé, bajo tu cielo de raso, trasnocha un pedazo de mi corazón"... o si no, otra de sus preferidas: "Donde en la noche tibia y serena, su antiguo aroma suelta el malvón, y bajo el cielo de luna llena, duermen las chatas del corralón"... Si lo llegan a cruzar, saludenló, es inofensivo...
El Malevo, apenas unos años menor que el Cachafaz, nunca bailó un tango. Tampoco le gustaban demasiado: lo suyo era el jazz. A él, pregúntenle desde Armstrong a Gillespie y quienes siguieron. Pero un día trabajaba en su computadora, y encontró una radio que le llamó la atención: FM Tango (ya no existe). ¿Cómo? ¿Una radio dedicada al tango, en esta época (morían los '80)? Y por curiosidad, se puso a escuchar. Y ahí se dio cuenta de que todo eso que escuchaba ahora con nostalgia, y con la pena de habérselo perdido, había sido su niñez y su adolescencia. Que cuando él iba al almacén, a hacer los mandados que le encomendaba su madre, cuando iba al kiosko a comprarle los cigarrillos o el diario a su padre, en todas partes había una radio tocando tangos. Tangos que oía (y a veces escuchaba) no sin un poco de altanero menosprecio, ya que él pertenecía a una secta musical más selecta. Pero tangos que entraron por la ventana de sus preferencias musicales hasta llegar tantos años después, a integrar ahora gran parte de estas preferencias. Es que el tango es así, lo querés a pesar de él mismo (porque, ojo, hay tangos que para qué te voy a contar...). Por eso, cuando el Cachafaz le propuso esta aventura, se prendió con gusto, para que los jóvenes puedan disfrutar también de tantas cosas lindas que se perdieron pero que están para siempre vivas.