Los bailes de barrio II

Domingo Federico

Y escribo con amplio conocimiento de causa, porque toda esa ceremonia me tocó vivirla, ya que en uno de esos bailes conocí a la que es mi señora...
Luego, para carnaval, se acostumbraba efectuar lo que se llamaban asaltos, bailes a los que se concurría rigurosamente disfrazado. No se permitía la entrada de otra forma,
y ya se aflojaba un poco el ceremonial, porque se efectuaban en grandes casas con amplios jardines y buenas oportunidades para escabullirse de la vigilancia y robar algunos besos.
Y esos eran los sitios donde se bailaba, salvo los cabarets -la palabra boliche no existía- como tampoco los borrachos ni las grescas al salir del baile, tan comunes ahora.
También en los cabarets existía un ceremonial establecido. Las mujeres, empleadas de la casa, concurrían vestidas de largo, y estaban sentadas solas en las mesas, donde los hombres las sacaban a bailar e invitaban con una copa, si querían seguir bailando con la misma chica. Se podía bailar apretado, pero no se permitían manoseos ni otras intenciones. Si la mujer aceptaba salir con el hombre, tenía que ser a la salida del baile, ya que dentro del salón estaba terminantemente prohibido cualquier trato que fuera mas allá del simple baile. Las mujeres tenían un porcentaje sobre las copas a las que eran invitadas -generalmente pedían whisky, que venía ya servido y era té con unos cubitos dentro de las copas.
Fueron famosos los cabarets céntricos, puestos lujosamente, como el Tabarís, el Chantecler, el Tibidabo, el Marabú, y algún otro que ahora se me escapa.
Ya el tango contaba con muy buenas orquestas, las iniciales: Firpo, Arolas, el pibe Ernesto, De Caro, Canaro, Lomuto y las más famosas que se fueron agregando, y de las que ya hablaremos mas adelante. Olvidaba a Juan Maglio Pacho Vicente Greco, Ciriaco Ortiz, y Don Pedro Maffia.
El Cachafaz
Comoo señalé antes, vengo del jazz, y si bien el tango me llega, tengo preferencias muy específicas. Otro tanto en lo que hace a los cantantes. En realidad, mientras que hay muchísimos tangueros que se deliran por los cantores de Troilo y Publiese, personalmente y sin restarles méritos, hay sólo dos cantantes que me llegan profundamente: Carlos Vidal, cantor de Domingo Federico; y Enrique Campos, que cantaba con Ricardo Tanturi. Uno fino y otro reo. Porque -algún día hablaremos de eso- hay orquestas finas y orquestas reas. Y correspondientemente, hay cantantes finos y cantantes reos.
Ahora bien, ¿porquè, habiendo tantos cantantes famosos de tango, elegir sólo estos dos? Bueno, porqué nos gusta un cantante es algo misterioso. Yo diría que nos mueve algo muy adentro, que su particular modulación, su manera de hacer las pausas, todo aquello, en fin, que diferencia a un cantante de otro, nos hace vibrar y conmueve de una manera muy especial. No es, obviamente, un juicio de valor, sino una preferencia.
Hoy quiero presentarles una creación que es de culto: Yuyo Verde, con la orquesta de Domingo Federico, cantado por Carlos Vidal. La música es del mismo Federico, y la letra pertenece a Homero Expósito.
Destaco el arranque con el ataque de los bandoneones, acompañado por los violines. Luego el piano, tocando la melodìa y marcando el compás, y detrás el percutido de los bandoneones, hasta que ingresa Vidal. Bien de abajo, lejano, evocador, estremecidoo, como lanzando a su pesar una queja lastimera, pero siempre persuasivo, como confiándonos una confidencia. Por momentos trasunta también cierta rabia, por el pesar de lo perdido, por la nostalgia de aquel callejón y aquella mujer que ya no existen más.
Aunque confieso que esa repetición, cinco versos más abajo, de ese "íbamos perdidos de la mano", me parece un imperdonabl descuido; bastante habitual, por desgracia, en nuestros compositores del tango, que a veces no revisaban suficientemente sus originales.
El Malevo
Y esos eran los sitios donde se bailaba, salvo los cabarets -la palabra boliche no existía- como tampoco los borrachos ni las grescas al salir del baile, tan comunes ahora.
También en los cabarets existía un ceremonial establecido. Las mujeres, empleadas de la casa, concurrían vestidas de largo, y estaban sentadas solas en las mesas, donde los hombres las sacaban a bailar e invitaban con una copa, si querían seguir bailando con la misma chica. Se podía bailar apretado, pero no se permitían manoseos ni otras intenciones. Si la mujer aceptaba salir con el hombre, tenía que ser a la salida del baile, ya que dentro del salón estaba terminantemente prohibido cualquier trato que fuera mas allá del simple baile. Las mujeres tenían un porcentaje sobre las copas a las que eran invitadas -generalmente pedían whisky, que venía ya servido y era té con unos cubitos dentro de las copas.
Fueron famosos los cabarets céntricos, puestos lujosamente, como el Tabarís, el Chantecler, el Tibidabo, el Marabú, y algún otro que ahora se me escapa.
Ya el tango contaba con muy buenas orquestas, las iniciales: Firpo, Arolas, el pibe Ernesto, De Caro, Canaro, Lomuto y las más famosas que se fueron agregando, y de las que ya hablaremos mas adelante. Olvidaba a Juan Maglio Pacho Vicente Greco, Ciriaco Ortiz, y Don Pedro Maffia.
El Cachafaz
Comoo señalé antes, vengo del jazz, y si bien el tango me llega, tengo preferencias muy específicas. Otro tanto en lo que hace a los cantantes. En realidad, mientras que hay muchísimos tangueros que se deliran por los cantores de Troilo y Publiese, personalmente y sin restarles méritos, hay sólo dos cantantes que me llegan profundamente: Carlos Vidal, cantor de Domingo Federico; y Enrique Campos, que cantaba con Ricardo Tanturi. Uno fino y otro reo. Porque -algún día hablaremos de eso- hay orquestas finas y orquestas reas. Y correspondientemente, hay cantantes finos y cantantes reos.
Ahora bien, ¿porquè, habiendo tantos cantantes famosos de tango, elegir sólo estos dos? Bueno, porqué nos gusta un cantante es algo misterioso. Yo diría que nos mueve algo muy adentro, que su particular modulación, su manera de hacer las pausas, todo aquello, en fin, que diferencia a un cantante de otro, nos hace vibrar y conmueve de una manera muy especial. No es, obviamente, un juicio de valor, sino una preferencia.
Hoy quiero presentarles una creación que es de culto: Yuyo Verde, con la orquesta de Domingo Federico, cantado por Carlos Vidal. La música es del mismo Federico, y la letra pertenece a Homero Expósito.
Destaco el arranque con el ataque de los bandoneones, acompañado por los violines. Luego el piano, tocando la melodìa y marcando el compás, y detrás el percutido de los bandoneones, hasta que ingresa Vidal. Bien de abajo, lejano, evocador, estremecidoo, como lanzando a su pesar una queja lastimera, pero siempre persuasivo, como confiándonos una confidencia. Por momentos trasunta también cierta rabia, por el pesar de lo perdido, por la nostalgia de aquel callejón y aquella mujer que ya no existen más.
Aunque confieso que esa repetición, cinco versos más abajo, de ese "íbamos perdidos de la mano", me parece un imperdonabl descuido; bastante habitual, por desgracia, en nuestros compositores del tango, que a veces no revisaban suficientemente sus originales.
El Malevo
0 comentarios:
Publicar un comentario