domingo, 7 de diciembre de 2008

Los bailes de barrio



Aníbal Troilo

El tango fue copando los clubes de barrio, donde se bailaba sábados y domingos pero con un riguroso
horario: a las 24 hs, se tocaba la última
pieza y todo el mundo a su casa. Allí comencé a disfrutar del tango, que aprendimos a bailar en casa de amigos que ya lo frecuentaban. Para la gente joven que nos está leyendo parecerá de ciencia ficción, pero les cuento cómo eran aquellos bailes, que por cierto perduraron por bastante tiempo.
Iban llegando por separado los muchachos y las chicas, acompañadas por sus madres o alguna tía solterona y voluntariosa que sentadas hacían rueda alrededor de la pista, vigilando el ceremonioso ritual. Niñas de un lado, y jóvenes por otro, aguardaban su turno para salir a bailar, ya que el hombre, generalmente en un extremo del salón, o la pista, se tenía que dirigir caminando hacia la elegida, y mediante una pequeña reverencia, le solicitaba ser su pareja. Terminado el baile la volvía a acompañar hasta donde estaba con sus amigas y el ruedo de madres, que no perdían pisada, y si veían que la pareja de la nena apretaba mucho, o pretendía "meter pierna", le prohibían que volviera a aceptar otro baile con ese individuo. Sí gente, así eran las costumbres de aquella época.
Terminado el baile, cada uno para su destino, sin ninguna clase de desmanes ni alborotos. Sí algún muchacho había hecho buenas migas con su pareja, con la secreta complicidad de la madre, se le permitía acompañarlas unos pasos mas atrás y solamente hasta la esquina donde se despedía, muy ceremoniosamente, hasta el próximo baile.
Si la cosa parecía que iba en serio, al tiempo ya llegaban juntos hasta la puerta de la casa, donde los dejaban solos unos breves instantes para despedirse hasta que se oía desde adentro el llamado de "nena", la que con breve saludo partía corriendo hacia el interior de la vivienda.
Sí, para lograr un beso, y, ojo, nada de meter lengua, había que pasar varios meses de amansadora.

La ilustración musical de la semana es un tango moderno, que sin embargo se encuadra dentro de la filosofía musical del tango clásico.
Su título es Danzarín, y pertenece a Julián Plaza, destacado compositor y arreglador de las orquestas de Atilio Stampone, Leopoldo Federico, Aníbal Troilo y Osvaldo Pugliese, entre otras, y que tenía la curiosa característica de titular sus creaciones con una sola palabra: los tangos Sensiblero, Melancólico, Nostálgico y Disonante, y las milongas: Dominguera (ciudadana), Payadora (criolla), Nocturna (ciudadana) y Morena (milonga candombe).
Danzarín es un tango instrumental, y lo interpreta la orquesta del gran Pichuco, con arreglo musical, claro, del autor.
El Cachafaz.

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