lunes, 21 de junio de 2010

LAS ORQUESTAS - Los Cantores- LOS TANGOS PREFERIDOS- (Un recuerdo de El Cachafaz)

Era una época de muchas y grandes orquestas. Por supuesto había un grupo que se destacaba: Troilo, Pugliese, Darienzo, D’agostino, Tanturi, Deangelis, de Caro, Fresedo, Di Sarli, Federico, Salgan, y otros que ya no recuerdo. Todos tenían sus seguidores, que bailaban según el ritmo de cada orquesta.

Era tal la popularidad del tango que en el interior en cada pueblo había una orquesta -la orquesta típica-, como se le llamaba en esa época. Una graciosa anécdota al respecto.

En la Prov. de Santa Fe había una gran colonia de inmigrantes piamonteses, que se habían integrado tanto con su nuevo terruño, que la música popular por excelencia era el tango, y para no ser menos con las colonias y pueblos vecinos, decidieron también tener su propia orquesta típica. La idea de crearla prendió fuerte. Se hizo una reunión en el boliche y almacén de ramos generales al que habían citado al maestro Giuseppe Pescalín, que allá en el Piamonte, supo tener una academia de música , pero salvo sus 3 hijos -2 varones y una mujer- ningún alumno, por lo que también tomó la decisión de venir a nuestro país a probar suerte como chacarero, que era su verdadero oficio. Mientras duró la euforia por la academia, los hijos, que tenían bastante oído y gusto por la música, se dedicaron a tocar de oído. Los dos muchachos el fuelle, instrumento muy popular en la región, y la niña el violín, que había adquirido Giuseppe más un bombo con sus respectivos platillos para empezar a trabajar en la academia, cosas que también metió en el gran baúl donde viajaban junto a todas sus pocas pertenencias. Pasado un tiempo en nuestro país, los hijos se aficionaron al tango, que oían en todos los bailes, y comenzaron, los tres, a sacar unas cuantas piezas, siempre por supuesto de oído. Ensayaban después de las tareas con toda la atención del vecindario, y con el agregado del loquito del pueblo que se prendía a la batería y, a una señal del director, le daba con gran entusiasmo a los platillos hasta que lo frenaban con una seña o un puntapié. Así fue como surgió la idea de formar la orquesta típica AURORA, nombre propuesto por el intendente y aclamado por unanimidad.

Se fijó como debut el día de la patrona del pueblo, faltaba poco tiempo. Se organizaría el -gran baile gran-, en la salón que ya tenían los gringos, donde se aprovechaban todas las ocasiones para disfrutar el buen vinito patero que ellos mismos cosechaban y elaboraban finalizando la reunión todos bien mamados.

Llegó, como debía ser, finalmente el día del debut de la agrupación orquestal. Aparecieron en un palco construido para la ocasión vestidos con botas, bombachas corraleras, pañuelo al cuello y un chamberguito, la dama de paisana, y aquello fue el aquelarre, gran ovación, agradecida por el maestro Giuseppe parado en una butaca desde donde con una varita, dirigía su orquesta.

Comenzaron como era de esperar con el himno de su paese, gran desastre, cada uno iba por su lado con la melodía, pero como la gran mayoría ya ni se acordaba de la canción, medio que pasó desapercibida. Luego arrancaron con La Cumparsita, y allí sí que la afinación se fue al demonio; encima, el loco del tambor, le daba a los platillos con fervor, lo que con el gran entusiasmo despertado y las ganas de divertirse los viejos y la muchachada se bailaban lo que venía. Yo creo que hasta el himno a Garibaldi se hubieran bailado esa célebre noche.

Cuando ya estaban todos bien transpirados y mamados se terminó el baile, no sin que antes el intendente municipal felicitara al director y sus músicos, y le sugirió a Don Giuseppe que durante el baile había pensado, confeccionarles un uniforme y que fueran también los integrantes de la banda municipal: que se ensayaran algunas marchas, especialmente los dos himnos y que trataran durante un tiempo de ensayar un poco más, para disimular la falta de animación y de seguir los compases de la música. Sugestión aceptada por Don Giuseppe.

El episodio final -que aún se comenta- fue la actuación de los niños que también habían concurrido al célebre baile. Ya que todos habían venido en sus respectivos sulkis con la familia en pleno, comenzaron cascoteando a los músicos, de donde fueron rápidamente corridos y luego se dedicaron a cambiar el caballo de cada sulky .Los muy pícaros sabían que la familia entera no bien subieran se quedaría dormida, y también sabían que los caballos ya estaban acostumbrados a regresar solos a su corral. Así fue que cuando los ocupantes despertaron se encontraron en las casas de otros vecinos. Primero fue grande la bronca, que terminó a las risotadas, ya que todos estaban en la misma situación. Subieron nuevamente al sulky, y ahora sí, ya despiertos, con el sol a pleno, tomaron rumbo a "las casas", encontrándose la mayoría a mitad de camino con otros paisanos que regresaban: paraban y a las grandes carcajadas provocadas por el episodio, cambiaban los caballos, y continuaban viaje, no sin antes prometer una zurra a los autores de la broma

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