Ignacio Corsini - Los jazmines de San Ignacio
Seguimos recordando a nuestros primeros cantores. Hoy, a Ignacio Corsini.
Su canto tuvo esa cosa simple, de pueblo, sin la interferencia de lo asimilado en el conservatorio.
Fue, por lo tanto, un cantor criollo, sin alardes de virtuosismo, con su estilo enraizado en el payador José Betinotti, pero con un claro dejo nasal —aunque parezca una paradoja— propio del sur de Italia, de donde era precisamente originario.
Nació el 13 de febrero de 1891, y llegó a Buenos Aires con su madre en 1896. Ambos se radicaron en Almagro y, cuando el pequeño Ignacio tenía siete años, se trasladaron a la ciudad bonaerense de Carlos Tejedor. Allí se desempeñó como boyero y resero, y fue allí donde los pajaritos gauchos le enseñaron los secretos del canto.
Diez años más tarde estaba de regreso en Almagro, que era también el barrio de Betinotti, y ocurrió lo inevitable: el modelo y su admirador se conocieron. Pero Corsini no se conformó con ser un imitador, y fue avanzando hasta encontrar su propio e inconfundible estilo.
Corsini era por aquellos días un intérprete del repertorio campesino y registró en el surco valses, canciones criollas, estilos y habaneras; el tango aún no había pasado por su garganta, tal como ocurrió con Carlos Gardel.
En realidad, su éxito como cantor de tangos se inició a partir del 12 de mayo de 1922, cuando, en el sainete "El bailarín del cabaret", estrenó "Patotero sentimental" (de Manuel Jovés y Manuel Romero), que significó, asimismo, su consagración entre el público. Otra interpretación con la cual se lo identifica es "Caminito" (de Juan de Dios Filiberto y Gabino Coria Peñaloza), uno de los tangos más conocidos mundialmente, que él popularizó a partir del 5 de mayo de 1927 desde el escenario del Teatro Cómico.
Compuso también algunas obras, como los tangos "Flor marchita" (letra de Francisco Bohigas), "Fin de fiesta" (música de Carlos Geroni Flores) y entre otros, "Aquel cantor de mi pueblo" (música de Enrique Maciel) que le llevó al disco Edmundo Rivero.
Sin embargo, serían otros dos autores quienes le proporcionarían los grandes impactos que lo iban a identificar como el intérprete del cancionero de temática rosista, el poeta Héctor Pedro Blomberg y su guitarrista Enrique Maciel. La sola mención de los títulos del binomio hace surgir, inmediatamente, el nombre de Ignacio Corsini: "La pulpera de Santa Lucía", "La canción de Amalia", "La mazorquera de Montserrat", "China de la Mazorca", "La guitarrera de San Nicolás", "Los jazmines de San Ignacio" y varios más. A ellos habría que sumar, en diferente temática, "La que murió en París", "Barrio viejo del 80", "El adiós de Gabino Ezeiza" o "La viajera perdida".
Después de las dulzuras del éxito, Corsini sintió el amargor de sus últimos años, tras la pérdida de su esposa, circunstancia que lo llevó a cantar por última vez el 28 de mayo de 1949, en la audición "Argentinidad", de Radio Belgrano.
En 1961, reapareció públicamente, ante las cámaras de Canal 7, en el programa "Volver a vivir". Y el 26 de julio de 1967, cerraba sus ojos para siempre.
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