La partida de caza (continuación)
Mientras esperábamos la llegada de los restantes cazadores, las hijas del jefe, con las cuales, como todos los niños, ya habíamos trabado amistad, me llevaron a recorrer los alrededores. En primer lugar la estación. Dormido en un sillón, el ayudante del jefe -único empleado ocupado de cotejar a la maestra-, la juventud venia a dar la vuelta del perro, niñas por un lado y jóvenes por otro, y por veces, muy serios, tomados del brazo, alguna pareja de novios. Frente a la plaza, la iglesia, y en la esquina, el almacén de ramos generales.
En la otra vereda el local de la sociedad "Unione é benebolanza" lugar de reuniones sociales y para tratar todos los temas atinentes al campo, en una de las reuniones se trató embellecer el lugar haciendo un pequeño lago, y alguien propuso comprar también un par de góndolas y allí saltó un gringo: mejor traigamos una yunta así tendremos gondolitos... Esto me lo contaron a las risotadas las dos chicas. Luego estaba la escuela, donde concurrían en sulky los chicos de los campos de alrededores Completaban el "pueblo" una docena de viviendas desperdigadas por los alrededores, ya que el resto de la gente vivía directamente en sus campos.
Así completamos la tarde, mientras en el fogón de la gran cocina al estilo de aquellos tiempos, estaban calentado agua para el pelado de las perdices y luego prepararlas en escabeche ya que decían que de esa manera eran exquisitas, verdad que tuvimos oportunidad de comprobar. En fila india llegaban los cazadores muy alegres, ya que traían los bolsones repletos de aves. Uno de los primeros en llegar fue el pariente lejano y ricachón, quien apenas enterado de lo sucedido a su perro armó tremendo escándalo, puteando a Carlitos sin cesar, calmándose cuado vio que el daño era mínimo. Cuando arribaron todos, comenzó el pelado y la cocción de las perdices, previa limpieza de las vísceras, y luego la preparación del famoso escabeche. Terminado el trabajo se trasladó todo el mundo al comedor para proceder a inaugurar la flamante radio (que de flamante no tenía nada).
En primer lugar estaba el jefe, que era por su cargo una de las autoridades del pueblo, luego se había invitado al cura párroco, a la maestra-directora-portera, ya que era el único personal de la escuela, y al dueño del almacén, no al presidente de
Después de hurgar mi padre en el equipo se logró aunque con turbulencias, a Filiberto interpretando su tango Botines viejos, luego un vals cuyo nombre no recuerdo y finalmente se cerró la función con la Ñata gaucha acompañada por sus guitarristas Pagés, Pessoa y Maciel, quien cantó, de su autoría Canción de Buenos Aires, lo que fue festejado largamente por la concurrencia. Se cerró la reunión con una vuelta de anís 8 Hermanos, gentilmente ofrecido por la dueña de casa, y se pasó a la gran cocina comedor a degustar un lechoncito y un par de corderos al asador que con gran maestría había preparado el ayudante del jefe. Luego circularon los dulces, y todos pipones nos fuimos a dormir en lugares que ya nos habían destinado, para que al día siguiente se repitiera la cacería con toda la ceremonia, ya que había que estar temprano de vuelta para tomar el tren de regreso al anochecer.
El cachafaz
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