RECORDANDO A CADÍCAMO.-
Esto me lo contó un amigo director de cine, quien tenía en preparación el guión de una película cuya música de fondo fueran tangos de Cadícamo, adaptados por supuesto al argumento.
Concertó una entrevista con el músico, que vivía en una hermosa casona de Belgrano, junto a su bella esposa y a su hija Mónica, no tan hermosa, quién interpetaba muy bien en el piano los tangos de su padre, a la par que los cantaba, ya no tan bien.
Cadícamo no frecuentaba el ambiente y vivía practicamente aislado, pero aceptó cambiar ideas con el director, a quien acompañó un joven amigo, cantor y actor en algunas películas, siempre en segunda línea y sin lograr mayor lucimiento, pero que cultivaba la amistad del director pues ambos eran fanáticos del billar, juego que hacía furor por aquella época en la ciudad. Tanto que existía en la Avda. de Mayo un bar llamado "Los 36 billares", lo que en verdad era cierto. Pero igual en ocasiones había que esperar turno para jugar. Pero ésta ya es otra historia.
El caso es que mientras nuestro director, junto a Cadícamo, estudiaban el bosquejo de la película, nuestro galancete mantenía animada charla con Mónica, quien no demoró en cantar junto al piano uno de los famosos tangos de su padre a dúo con el cantor-actor, quien, ligero, concertó una cita una cita con la niña. En tanto Cadícamo daba su conformidad al proyecto, y en términos muy delicados, pedía que su hija interviniera en la película cantando uno de sus tangos. El director, tomado de sorpresa, le respondió que en el argumento no había ninguna escena donde pudiera existir esa posibilidad, más quedó en pensarlo y darle una respuesta, dando fin a la entrevista.
La cuestión no quedó ahí, ya que enterado Cadícamo de los planes de Mónica no tardó en disuadirla, convenciéndola de que el oficio de actor era muy inseguro ya que, si no eran muy conocidos, a veces pasaban largas temporadas sin conseguir trabajo; al respecto le citaba un famoso café, frecuentado en su mayoría por gente del ambiente sin trabajo, donde acudían los productores de películas que andaban en busca de artistas desocupados. Dicho café, que existe aún cerca de la esquina de Lavalle y Ayacucho tenía un nombre que nadie sabía, pues era solamente conocido como "El café del hambre".
El Cachafaz
(Continuará)
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